jueves, 30 de octubre de 2014

Los que viven entre las Montañas del Cielo






Kirguistán tiene una población de alrededor de 6 millones de habitantes en un territorio que es aproximadamente la mitad de la península Ibérica. El norte del país está atravesado de este a oeste por un espectacular macizo montañoso con una denominación no menos atractiva. La cordillera se llama Tian Shan, la cordillera de las Montañas Celestiales.

Por etnias, los kirguises representan el 55% de la población, los uzbekos el 21% y los rusos el 11%. También hay pequeñas comunidades de chinos,  tayicos y otros. La mayoría de la población es de etnia kirguís, un pueblo tradicionalmente nómada, originario de Siberia, que fue emigrando hacia el sur huyendo del empuje de los mongoles. Su lengua es del grupo turco y la religión mayoritaria es musulmana suní, aunque mantienen vagamente creencias animistas. El idioma kirguís junto con el ruso, son lenguas cooficiales en Kirguistán. Los kirguises son gente muy amable y hospitalaria; los que los conocen bien aseguran que, con toda probabilidad, los más hospitalarios del mundo.





El origen real de los kirguises se pierde en la noche de los tiempos. Todo cuanto puede asegurarse es que se trata de una antiquísima raza que sufrió toda clase de conquistas, represiones y persecuciones en diferentes épocas. Pero, pese a su complicada historia, los kirguises han conseguido mantener sus tradiciones y sus valores. Su entorno ha moldeado no solo su destino, sino también su forma de ser, con las características de la vida nómada. Los kirguises han sido nómadas desde siempre y todavía hoy mantienen muchas de sus tradiciones y estilo de vida, un estilo de vida sencillo y una forma de sentir noble, sin artificios, en un escenario cuyos entornos permanecen todavía vírgenes y con la pureza intacta de la naturaleza. En la actualidad, gran parte de ellos siguen practicando el pastoreo nómada.




Los kirguises llevan el nomadismo en la sangre. “El hombre debe moverse porque el sol, la luna, las estrellas y los animales se mueven. Solo la tierra y los seres muertos permanecen donde están”. Cuando comienza el deshielo, familias enteras abandonan las aldeas de los valles y se encaminan con su ganado y sus yurtas a las tierras altas, en busca de los mejores pastos. Una de las razones por las que el estilo de vida de estos nómadas ha permanecido prácticamente inalterado durante siglos, ha sido el fácil ensamblaje y desensamblaje de sus viviendas llamadas yurtas, una especie de tienda de campaña de gran consistencia, funcional y de forma refinada. Incluso hoy, las yurtas son de uso común entre los pastores, que pasan la temporada de verano en las montañas con sus rebaños.



La yurta es consustancial a la vida de los kirguises y se refleja en buena parte de las manifestaciones sociales, culturales y artísticas del país. Tanto es así que la bandera de Kirguistán lleva en el centro un disco solar, dentro del cual se aprecia un tunduk, que es como se denomina la parte central del techo de la yurta kirguís.

No hay comentarios:

Publicar un comentario