martes, 16 de septiembre de 2014

Khiva, un tesoro amurallado



Khiva es un regalo con más de 2.500 años, un tesoro guardado celosamente del paso del tiempo dentro de un recinto amurallado y al alcance de la mano. Khiva es un milagro sorprendente en medio del desierto, el oasis imprescindible para que las caravanas pudiesen acometer la última fase de esa aventura eterna que intercambiaba maravillas entre Oriente y Occidente. Desde 1990 nos pertenece, forma parte del Patrimonio de la Humanidad.


La parte antigua se llama Itchan Kala, es decir, la antigua ciudadela. La leyenda cuenta que Sem, hijo de Noé, viajó a este desierto y vio un enorme bosque en sueños. Al despertar descubrió un pozo con un agua deliciosa y por ello decidió quedarse. Ese, dicen, aunque es dudable, fue el nacimiento de la ciudad. Por desgracia, muchos de sus antiguos monumentos han desaparecido pero, a pesar de ello, la ciudad sigue siendo una referencia importante para conocer de cerca la arquitectura musulmana de Asia Central y todavía conserva construcciones muy interesantes dentro de la ciudadela.

Itchan Kala, el viejo recinto amurallado, nos permite resucitar aquella ciudad de hace siglos cuando era la capital del khanato (janato) que llevaba su nombre. La muralla de adobe que circunda este punto clave de la Ruta de la Seda tiene cuatro puertas de acceso orientadas hacia los cuatro puntos cardinales.



El primer edificio que se encuentra al entrar por la puerta oeste es la madrasa de Muhamad Amin Khan. No sólo es la mayor madrasa de Khiva, sino de Asia Central. Fue construida a mediados del siglo XIX y tenía capacidad para 250 estudiantes. Hoy está convertida en un hotel. Al lado se encuentra el minarete Kalta Minor al que se reconoce como símbolo de Khiva. Su nombre significa "minarete corto". Tiene 29 metros de altura, solamente una tercera parte de los contemplados en el proyecto original, ya que estaba destinado a ser el más alto de Asia Central. Aunque hay muchas teorías sobre la paralización de su construcción, la realidad es que en 1855 su promotor, Muhammad Amin Khan, fue asesinado y la construcción se detuvo. Otra leyenda mantiene que no se terminó la construcción porque la altura prevista permitía al muecín ver a las concubinas en el patio del harén que estaba enfrente y eso no le gustaba a Amin Khan.


Muy cerca y hacia el norte se encuentra la residencia de los khanes que construyó Arang Khan en 1686, el espectacular complejo Kunya Ark, que albergaba la residencia del khan, la mezquita, el tribunal, la fábrica de la moneda, el harén, las cocinas, la cárcel, las cuadras y las salas de recepción del khan. Destacan especialmente los patios, con espectaculares porches decorados con azulejos y grandes columnas de madera tallada. Están orientados de modo que en ellos nunca dé el sol y, para que corra el viento, la pared de enfrente nunca supera la altura del porche.

Un poco más adelante, una mezquita curiosa. Es la mezquita del viernes Djuma. Fue fundada en el siglo X y reconstruida en el siglo XVII. Es una mezquita llamativa porque es diferente. Lo primero que llama la atención es que no parece una mezquita pues la entrada carece de portal, de iwan y de cúpulas, es una puerta sin más. También resulta sorprendente la sensación en el interior, con una gran sala llena de columnas, un total de 212 columnas de madera con tallados excepcionales en capiteles y fustes, todas diferentes. Por suerte aún se pueden apreciar todavía 16 columnas originales de los siglos XI-XIV. El bosque que forman las columnas, la ausencia de decoración y una única abertura central en el techo que permite la iluminación cenital de la enorme sala, dan un aire misterioso a la estancia.



En todas las civilizaciones se alaba a los hombres más fuertes, a los especialmente bravos, a los más poderosos. En Asia Central a estos hombres se les llama "Pahlavan". Pahlavan Mamuth es uno de esos hombres nacidos en Khorezm que tiene un justificado reconocimiento. Peletero de profesión, fue además un destacado luchador, un poeta admirado y un reconocido filósofo. Cuando murió fue enterrado en el patio de su taller, que pronto se convirtió en lugar sagrado. 

Otro de los hijos singulares de Khiva es Al Khorezmi, el genio matemático al que se debe incluso el término matemático "algoritmo", palabra derivada de su nombre Al-Khorezmi que, a su vez, proviene del nombre de la región, Khorezm. 





La ciudad tiene encanto y muchos monumentos de interés pero realmente para disfrutar de la historia, para paladear el auténtico sabor de Itchan Kala, hay que volver a recorrer de nuevo las calles de la ciudadela al atardecer. Es en ese momento mágico del día, con la quietud y las sombras, con el tono intenso y algo fantasmal que los rincones adquieren al empezar a caer el sol cuando florecen las ensoñaciones, cuando resucita el tiempo y la ciudad vuelve a ser el oasis de antaño, el refugio de los aventureros, el abrigo de los caminantes. Es entonces y solo entonces cuando se pueden ver las caravanas de camellos, el mejor momento para dar rienda suelta a la imaginación. Con ese declinar del día resulta fácil dejarse llevar, transportarse a épocas anteriores y soñar con charlatanes, con cordeleros, con vendedores de ilusiones, con tabernas iluminadas por lámparas de aceite, con quirománticos y con hombres curtidos en aventuras recorriendo aquellos parajes cargados de mercancías preciosas que causan asombro. Adentrase al anochecer en las murallas de Khiva es volver a vivir la intensidad de la Ruta de la Seda.




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