martes, 23 de septiembre de 2014

Kirguistán, una naturaleza de país



Kirguistán es un derroche de la naturaleza, un espacio afinado para deleite de los dioses, una ofrenda al universo, un paraíso. Buscando entre parajes de ensueño huellas de la legendaria Ruta de la Seda por este país uno no puede evitar pensar que realmente buena parte de las maravillas con las que se extasían nuestros sentidos, algunas de las mejores obras de arte con las que nos tropezamos en nuestra vida, las joyas más llamativas y los monumentos más sobrecogedores que encontramos por el mundo no han sido creados gracias a la habilidad extraordinaria de alguna persona, ni son consecuencia de una mente lúcida, de un cerebro brillante o de las habilidosas manos de unos seres humanos. Estas obras de arte son resultado de un proceso lento y metódico que se puede calificar de rutinario. Se deben a la perseverante pero incansable actividad transformadora de la naturaleza, a un modelado paciente y silencioso llevado a cabo a lo largo de miles y miles de años.




Transitar por tierras de Kirguistán supone discurrir de un lado a otro del país en medio de parajes afortunados, de tierras de ensueño en las que la naturaleza ha sido generosa y ha querido engalanar con especial hermosura los paisajes. Cualquier recorrido por Kirguistán se hace acompañado de un maravilloso telón de fondo permanente en el que no faltan las grandes cumbres. Nada menos que las Montañas Celestiales (Tian Shan), el sistema montañoso más grande de Asia Central discurre en paralelo a la frontera con China. En total, con la cordillera del Pamir, ocupan el 95% del territorio de Kirguistán, un país eminentemente montañoso con una altura media que sobrepasa los 2000 m. 

Las cordilleras de los tres grandiosos sietemiles con nieves eternas en las cumbres dibujan un perfil incomparable en el horizonte. De ellas nacen torrentes espectaculares, preciosos desfiladeros y ríos de montaña que serpentean entre gargantas plagadas de bosques. El pico más alto en estas latitudes es el llamado Jengish Chokusu, antes pico Pobeda, con 7.439 m. El segundo es el llamado pico Bis Sina (antes pico Lenin), con 7.165 m. El tercero es el Khan Tengri (Señor de los Espíritus). De los tres gigantes, a los que acuden alpinistas de todo el mundo, presumen orgullosos los kirguís, aunque la última medición le haya robado el título sietemilista a uno de ellos (Khan Tangri) al rebajarle el techo máximo hasta los 6995 metros.





Kirguistán está lleno de parajes espectaculares. Uno de los más admirados es el entorno del lago Issyk Kul al noreste del país, el segundo lago de montaña más grande del mundo, después del Titicaca, con 180 km de longitud y 60 km de anchura. Issyk Kul significa Lago Caliente. Una cuestión llamativa es que a pesar de estar a 1600 metros de altitud con una corona de cimas nevadas que lo bordea y con una temperatura que en invierno puede bajar hasta -40ºC, las aguas del lago nunca se congelan. En cualquier caso, los lagos siempre son un punto de atracción, tanto para la población de la zona como para los visitantes. En este caso, además, las playas de fina arena lo convierten en un frecuentado lugar de veraneo, aunque por suerte la orilla sur todavía se mantiene a salvo del turismo de masas.


Científicos de Rusia y Kirguizistán durante una expedición arqueológica submarina en el año 2007, descubrieron en el lago restos de una ciudad e indicios de una civilización desconocida de al menos 2.500 años de antigüedad, tan importante como la cultura helena o la egipcia. El descubrimiento ha levantado grandes expectativas y no cabe duda de que supondrá en el futuro una información muy valiosa respecto al conocimiento de la historia de la humanidad en el mundo antiguo.

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